lunes, 26 de marzo de 2012

No más dolor....

En la oscuridad
pensando en silencio
ya con los ojos enrojecidos
y las mejillas ardiendo.

Un vago rumor de música
sonando entre las sombras
pero ya no recuerdo ninguna letra.

Todos esos recuerdos me inundan
y se me parte el alma en dos
tantos momentos
tantas sonrisas
y también muchas lágrimas.

Pero ya el dolor es demasiado insoportable
me va comiendo por dentro
como un horrible monstruo de dientes
y garras afiladas
y yo ya no quiero más dolor
¡No quiero más dolor!

domingo, 18 de marzo de 2012

Pasear a tu vera

Quiero pasear contigo por ese sendero
disfrutar del sol y de tu compañía
que no me falten tus abrazos ni el olor de las flores
que me cojas la mano y no la sueltes.
Poder sentir el aire fresco en la cara
que nos revuelva el pelo.
Y ya luego, cansados de tantos y tantos pasos
sentarnos en la hierba, mirarnos a los ojos
y llenarnos de besos.
Tendernos en la hierba, que nos pinche la piel dulcemente,
y que nos colmemos de caricias
y descansar sobre tu pecho
                                                                                    hasta que lleguen las estrellas.

lunes, 12 de marzo de 2012

La ciudad muerta

La ciudad muerta de aceras grises
de edificios sombríos, de olores pestilentes
que emergen del suelo, de las alcantarillas,
 de los corazones de aquellos que están huecos y podridos por dentro.
Los sueños rotos, destrozados al caer por las ventanas.
Los suspiros perdidos que se confunden con el humo de las fábricas.
El sol que apenas consigue brillar
que se oculta, que se desvanece, que desaparece,
como la ilusión de los que caminan a la sombra de los edificios,
grises, sombríos, vacíos…
Y anochece, y ni siquiera se pueden ver las estrellas,
esa farola es la única luz, esa luz que nunca se apaga,
esos débiles acordes de guitarra,  que luchan por volver a ser escuchados.


Las hojas de ese cuaderno

Sentada en el suelo
con Smith sonando de fondo
un cuaderno sobre las rodillas,
un bolígrafo en las manos.
Hojas arrugadas, estrujadas,
en el suelo,
frío, muerto…
Y cierro los ojos
y vuelvo a estar allí,
sentada frente al río
aquella tarde de mayo.
La luz lo baña todo,
el agua brilla y reluce llena de vida
y el sol me acaricia la cara
y me duerme,
puedo sentir la hierba
puntiaguda, pinchando mi cuerpo al tenderme.
Y no existe nada más,
nada aparte de ese sol
de esa sensación de libertad
de que las preocupaciones
se las lleva la corriente
y que el agua solo refleja
esa luz,
que brilla, que da esperanza,
que nunca se apaga.
Y entonces abro los ojos,
y vuelvo a estar aquí,
con mismo cuaderno sobre las manos
y las mismas hojas en blanco
vacías
y muertas.